martes, 16 de febrero de 2010

El primero.

Hubo una persona que vio algo en mí, que sabía que algo especial había en mi interior.
Sabía que no era corriente, que era rara, diferente, especial o como quieras llamarlo, pero sabía que no era la típica chica de esa edad interesada sólo en moda, chicos y amigas.
Sabía que mi vida no se reducía a eso, tan sólo a primera vista.
Conversaciones y más conversaciones, horas de clase malgastadas hablando y conociéndonos; y hablando sobre gustos musicales, y sobre películas...
Él vio que era diferente, aunque no sabía por qué. Y se esforzó, se esforzó en superar todos los obstáculos y barreras que mi corazón, cerrado herméticamente, ponía.
Llegó a saber mis grandes preocupaciones y penas, se convirtió en mi amigo.
Mi primer amigo, y al que nunca voy a olvidar.
Pasaron los meses, y mi mejor amigo dejó de serlo, mi corazoncito estúpido empezó a sentir, algo que nunca habia ocurrido, empecé a encontrarle sentido a cada latido... y todo acabo mal.
¡Estupida yo, estúpidos sentimientos y estúpida mente!

Hoy, unos tres años después, se ha ido.
Y ya no me queda ni la más remota esperanza de volver a ser su motivo de alegría.
Te voy a echar de menos, amigo.